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Cómo la Fiesta del Inmigrante se transformó en un negocio de Rindfleisch

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Conozca los pasos que se fueron dando para que el ex intendente de Oberá y actual titular de la Dirección General de Arquitectura, se convierta en el principal explotador de la tradicional fiesta.

Cómo la Fiesta del Inmigrante se transformó en un negocio de Rindfleisch

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Conozca los pasos que se fueron dando para que el ex intendente de Oberá y actual titular de la Dirección General de Arquitectura, se convierta en el principal explotador de la tradicional fiesta.[/vc_column_text][vc_media_grid grid_id=”vc_gid:1534679210043-86f5f6cb-810e-10″ include=”132218,132219,192890″][vc_column_text]OBERÁ. ¿Sabías que el majestuoso Parque de las Naciones de Oberá se levanta en tierras donadas por un señor al que, lejos de agradecerle su actitud altruista, la dirigencia obereña lo maltrató hasta el hartazgo? El señor fue el ingeniero Víctor Alfaro, primer decano de la Facultad de Ingeniería. Juana, su hija, habló con Misiones Cuatro y narró una historia plagada de injusticias, acciones y silencios cómplices.

Víctor Benito Alfaro nació en Rosario y se radicó en Oberá a fines de la década del cincuenta. Fueron años complicados para un peronista como él, en el contexto de una Argentina de mayorías proscriptas. Recibido de ingeniero y de agrimensor en su ciudad natal, Alfaro encaró una carrera profesional que le generó gran prestigio en poco tiempo. De hecho, en 1973 se transformó en el primer Decano de la Facultad de Ingeniería de Oberá. Siempre apasionado por la política,  consiguió ser electo como concejal obereño y como diputado provincial misionero. Pero todo se truncó en marzo de 1976, cuando el golpe de estado contra el gobierno de Isabel Perón mandó cualquier legitimidad ganada con trabajo y votos al arcón de los recuerdos.

“Papá siempre trabajó. De hecho,  vino a esta zona para hacer un trabajo como agrimensor, en un concurso que hizo el estado nacional y él ganó. En 1963 él y mi tío Mario Alfaro, que también se radicó en Oberá, compraron un lote, una chacra de unas cuarenta hectáreas. Era una inversión. Exactamente el lote Agrícola Nº68 de la sección tercera, de la colonia Picada, de Bonpland a Yerbal Viejo. La municipalidad incluyó ese lote en la zona de urbanización. El 6 diciembre de 1977, ya con mi tío Mario viviendo en Buenos Aires, mi padre hizo caso de las leyes nacionales y provinciales que exigen que en toda nueva urbanización se destine el veinte por ciento a de la superficie a espacios verdes y edificios públicos, y donó ese veinte por ciento de esas tierras, unas ocho hectáreas, al municipio de Oberá. El interventor a cargo de la municipalidad era Eladio Villaverde. Mi papá quería mucho a Oberá y le encantó donar esas tierras. Pretendía que  se usaran en beneficio público, cosa que además exigía la ley”, narra Juana Alfaro, obereña, bioquímica e hija del ingeniero. Juana guarda papeles y recortes de diarios. Juana se acuerda bien de todo.

“Al año siguiente, 1978-continúa Juana-, el municipio de Oberá le compra a mi padre dos hectáreas más. Con lo que ya tenemos al estado comunal con diez hectáreas a su disposición para el bien público. Ocho donadas y dos compradas. Pasa un tiempo, retorna la democracia y en 1989 el radical Sábato Romano, entonces intendente de la ciudad, le propone a mi papá permutar otras tres hectáreas de esos terrenos que eran de él y de mi tío por otros terrenos ubicados en otra zona de la ciudad y que habían sido donados por la familia Bárbaro (la misma de “Ticha” y “Marilyn”). Hicieron la operación. Y así se forma en 1989 lo que hoy es el Parque de la Naciones con trece hectáreas”.

“El gobierno de Sábato Romano pide un subsidio al estado provincial para comprar más tierras y agrandar el Parque, pero no le dieron el subsidio. Por entonces la Fiesta Provincial del Inmigrante, que aún no era “nacional” se hacía, desde su inauguración en 1980, en el complejo deportivo municipal  “Ian Barney”, sitúa Juana. “Al tiempo mi padre le vende terrenos al empresario Elías Andrujovich, que levanta allí las famosas cabañas hoteleras. Todo en la misma zona del Parque de las Naciones. Bueno, de pronto empezaron los problemas para papá”, anuncia.

“Durante la gestión de Romano acusaron falsamente a mi padre de no pagar los impuestos de algunos de sus terrenos. Incluso  la jueza  Aída Rosa Araujo Vázquez de Moreira (la misma que en el año 2000 fue separada del cargo envuelta en un escándalo por venta de bebés) ordenó un allanamiento al domicilio particular de papá, usando la fuerza pública, para embargar bienes por ejecución fiscal. Es más, el abogado de la municipalidad, Juan Szymczak, fue a verlo a mi padre y encima lo cargaba y le faltó el respeto. Le decía, “eh, ustedes los peronistas, tanto hablan de la justicia social y no pagan los impuestos”. Estuvieron a punto de poner en remate el mismísimo Parque de las Naciones”, enfatiza Juana Alfaro.

“Encima que mi padre había donado un terreno para el bien público, lo acusaron de no pagar impuestos y le allanaron la casa. Todo bien prepotente. Cuando la cosa se aclaró y se supo que fue un error-por decirlo así-, en la familia le hinchábamos a papá para que le hiciera juicio a la municipalidad. Pero papá  no quería llegar a eso. A pesar de todo. A pesar de todo lo que iba a seguir pasando”, destaca Juana. “Fallecido Sábato Romano lo sucede como intendente el también radical Miguel Oliveras (más tarde diputado provincial y funcionario de EMSA, ya en tiempos de la renovación). Oliveras iba a ser el mentor político de Ewaldo Rindfleisch. En noviembre de 1996 Oliveras pidió la expropiación de otros terrenos que pertenecían a mi padre y a mi tío. ¿Por qué? Decían que los precisaban para ampliar el Parque de las Naciones y adecuarlos a los nuevos proyectos que tenían para la zona. El Concejo Deliberante de Oberá dictó una ordenanza prohibiendo que mi padre y mi tío vendieran la manzana nº 68 del lote agrícola 60, los terrenos que quería Oliveras. Le estaban “prohibiendo” que venda su propiedad. Como si fuera poco el diputado provincial radical obereño Elso Rafael Dutra, presentó un proyecto para que el estado provincial expropie ese terreno. Pero eso, gracias al buen tino de la Cámara, no prosperó. Papá siempre decía “me persiguen porque soy peronista de verdad”. Con el tiempo Dutra fue a verlo a papá y le pidió disculpas. Poco después, en 1997, Ewaldo Rindfleisch, también radical y de la mano de Oliveras, asumía como presidente de la Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá, CELO”.

“Finalmente mi tío Mario vendió los terrenos que tanto querían expropiar. Eso fue en el 98 y 99. Los compró el estado con ATN (Aportes del Tesoro Nacional). Lo llamativo es que el estado puso 1.200.000 pesos. Y a mi tío le pagaron 120.000 pesos, la décima parte. ¿Y el resto? Para rematarla te cuento que a mi tío y a su abogado los declararon “personas no gratas” y les prohibieron la entrada a la Fiesta Nacional del Inmigrante. Que se hacía en el terreno que mi tío y mi papá donaron”, concluyó Juana.

En 1984 se aprobó un proyecto para la creación del Parque de las Naciones, que contemplaba la construcción de casas típicas en un predio de diez hectáreas donadas por la municipalidad. Las que había donada el ingeniero Alfaro.

En 1989, en la Fiesta Provincial del Inmigrante, aún en el complejo deportivo municipal, empezó a hacerse la feria comercial. Su primera denominación fue Feria de las Naciones del Noreste Argentino (Ferinnea).

En 1992, pasó de ser Fiesta Provincial a Fiesta Nacional del Inmigrante, con sede permanente en Oberá, por medio del Decreto Nº 421, que dictó el entonces Presidente de la Nación, Carlos Menem.

En 1997 la Fiesta Nacional del Inmigrante pasó a tener como sede el Parque de las Naciones. Allí las colectividades construyeron sus casas típicas y también la Casa Argentina. Y allí se hace la Fiesta hasta hoy.

En la misma década del noventa se constituyó la Federación de Colectividades, encargada de organizar la Fiesta y que además tiene la tarea de mantener y hacer crecer el Parque de las Naciones.

Con Rindfleisch ya entronizado en la vida pública obereña-titular de la CELO y luego concejal radical entre 1999 y 2003-,la municipalidad y Federación de Colectividades concesionaron la explotación de la feria comercial a la empresa ARQUEV S.H. En el contrato, se le garantizó a la empresa nada menos que el ochenta por ciento de las ganancias de la feria comercial. ¿A quién pertenecía la empresa? Al propio Rindfleisch y a su entonces esposa Mónica Montoya. En el año 2003 Carlos Rovira y Maurice Closs formaron la renovación. Rindfleisch, devenido renovador igual que Oliveras, fue electo intendente de la ciudad de Oberá. Y siguió llevándose el dinero de la feria comercial. El asunto fue denunciado judicialmente por la concejal peronista, Mónica Marín, patrocinada por el abogado Orlando Flosi (expediente Nº 1.102/2003) por la evidente incompatibilidad de que funcionarios públicos lucraran con la fiesta. Ni la justicia (donde la causa duerme una larga siesta), ni la prensa, ni las organizaciones intermedias de la ciudad abrieron la boca siquiera para bostezar. Julio Barchuk era el titular de la Federación de Colectividades. En 2003 Rindfleisch, ya intendente, nombró a Barchuk como Director de Turismo municipal. Como canta Julio Sosa en el tango “Mano a mano”: “los favores recibidos creo habértelos pagado…”

En 2007 Erardo Schdmit, otro titular de Federación, tomó el toro por las astas. Al concluir el contrato por diez años celebrado con la empresa en el 97, tomó la decisión política de revisar el tema. El aparato de propaganda de Rindfleisch lo masacró día y noche, por radio, gráfica y televisión.

-En 2008 se vivió una situación bizarra: Mónica Montoya, entonces concejal del Frente para la Victoria, encolerizada, mandó a cerrar con candado el galpón del Parque de las Naciones donde se hace la feria comercial y debió actuar la Justicia llevando a un cerrajero para abrirlo. Casi se trunca la edición anual de la Fiesta.

ARQUEV le hizo juicio a Federación. ¿Encima? Encima. Reclamaban que Federación le pagara por los “arreglos” que decían haber hecho en el galpón donde se hace la feria comercial. Levantado en esos terrenos que en 1977 el ingeniero Alfaro donó para “uso de bien público”.

En agosto de 2015 hubo un fallo de primera instancia: el juez en lo Civil y Comercial Nº 2 de Oberá, Jorge Erasmo Villalba, falló a favor de Arquev. Según comunicaron desde Federación-cuyo abogado entonces era Héctor Rubén Sánchez y su titular era Enrique Forni-el fallo era “inapelable” y “no quedaba otra que pagar” (?). Al abogado de ARQUEV le pagaron con un subsidio del estado provincial, entregado en mano por el gobernador Hugo Passalacqua. ¿Cómo le pagaron a Rindfleisch y Mónica Montoya, que ya no son pareja pero sí socios? Federación firmó un convenio para pagar casi tres millones de pesos en tres cuotas. Dos al hoy funcionario provincial y a su ex y uno al abogado. Se pagó una primera cuota de medio millón de pesos. Y luego otra con el excedente de la mismísima Fiesta Nacional del Inmigrante 2016. Y ahora la última cuota, con el excedente de la Fiesta Nacional del Inmigrante 2017, concluída el último domingo 17 de septiembre.

El ingeniero Víctor Alfaro falleció en 2015, en Rosario, víctima de un accidente cerebro-vascular. Su hermano, el doctor Mario Alfaro, falleció casi al mismo tiempo. No hay placa que recuerde en ningún lado la acción generosa de ambos.

Un hombre llamado Víctor Alfaro llegó de Rosario a Oberá y se enamoró de esa tierra. Hizo cuanto pudo por ayudarla a crecer. Le pagaron con difamaciones, prepotencia y escarnio público. Lo botaron de la ciudad.

Otro hombre, llamado Ewaldo Rindfleisch, nació en Oberá. Ayudado por otros tantos, todos muy “amantes” de su tierra, hizo cuanto negocio pudo y la dejó sin agua, sin luz y sin nada. Quiso ser intendente. Lo votaron tres veces.

La historia que leíste pasó y tiene plena vigencia. Pero quedará en el olvido. Una sociedad abúlica, manejada por pusilánimes y canallas, es bombardeada con el argumento de que sacar a la luz este tipo de “curros” es ser “antiobereño” o “antifiesta”. Nada nuevo. Lo hacían los nazis.

“Siempre hay que decir la verdad: Y especialmente, cuando no conviene”, escribió Miguel de Unamuno. De tantas verdades inconvenientes que hay por ahí, esta debe ser de las menos convenientes”. Pero, por suerte, a Juana Alfaro eso no le importa.

Por Walter Anestiades[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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