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El Sur busca un modo sustentable de controlar la plaga de castores

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La especie fue introducida a territorio fueguino desde Canadá, en 1946, con el objetivo de desarrollar una industria peletera, pero la adaptación a la región hizo que se multiplicaran hasta llegar a “unos 100 mil” ejemplares.

El Sur busca un modo sustentable de controlar la plaga de castores

La plaga de castores que afecta la biodiversidad patagónica, y en particular a los bosques de Tierra del Fuego, podría ser controlada a mediano o largo plazo si “se sostienen en el tiempo políticas activas”, aseguró Adrián Schiavini, doctor en Ciencias Biológicas, investigador principal del Conicet y uno de los mayores especialistas del país en la materia, en diálogo con Télam.

Los castores fueron introducidos a territorio fueguino desde Canadá, en 1946, con el objetivo de desarrollar una industria peletera, pero la adaptación de la especie a la región, donde además no tiene predadores naturales, hizo que se multiplicaran hasta llegar a “unos 100 mil” ejemplares dispersos por toda la Patagonia, de acuerdo a los últimos relevamientos oficiales.

La provincia fue noticia este año cuando el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), un organismo dependiente del Conicet con sede en Ushuaia, decidió en mayo de erradicar una plaga de conejos silvestres mediante la fumigación con gas fosfina y originó una polémica con asociaciones protectoras de los animales que llevaron el tema a la justicia y lograron que la medida fuera desestimada.

En el caso de los castores, su caza, además, estuvo prohibida durante 30 años, talan árboles de variedades autóctonas y con las ramas construyen diques que modifican cursos de agua y anegan zonas enteras, alterando por completo los ecosistemas.

Schiavini explicó que el último proyecto experimental para la erradicación de castores fue implementado entre 2016 y 2018, a través de un financiamiento del Fondo Ambiental Global (GEF).

El objetivo era eliminar a la especie de siete áreas piloto ubicadas en la cordillera, el ecotono y la estepa, pertenecientes a la esfera pública o privada, es decir, desde áreas donde funcionan parques nacionales hasta tierras fiscales y estancias.

“La idea fue demostrar si era posible o no erradicar por completo al castor de superficies pequeñas, y también evaluar cuáles eran los beneficios de esa remoción. O sea, qué pasa con esos hábitats después de un tiempo. Para ello Argentina recibió fondos de un proyecto mayor llamado “Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras”, relató el biólogo y profesor de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTF).

El programa, agregó el experto, perseguía también cuantificar el costo económico de este tipo de decisiones, individualizar las dificultades que plantea la formación de los recursos humanos necesarios y recolectar los datos.

“Se invirtió casi un millón de dólares en la adquisición de equipamientos (cuatriciclos, trampas) en el adiestramiento de cazadores y en la puesta en funcionamiento de un centro logístico”, detalló el actual miembro del Grupo de Especialistas en Especies Exóticas Invasoras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Según Schiavini, fue necesario transformar los objetivos de los cazadores que habitualmente persiguen castores con fines económicos, por el valor de sus pieles.

“El cazador que busca pieles está un tiempo en una zona y si no le rinde busca otra. Aquí precisábamos lo contrario, que se quedara hasta concluir el trabajo”, mencionó quien además fue el coordinador de la iniciativa.

El investigador sostuvo que si bien el proyecto dio resultados positivos, porque se logró la erradicación de los animales en las zonas señaladas e incluso se midieron signos de recuperación ambiental, las tareas se interrumpieron cuando finalizó el financiamiento y la provincia no se hizo cargo de mantener una dotación mínima de cazadores.

“Había que continuar con una fuerza de cacería a menor escala y aprovechar la experiencia, incluso, para otras especies exóticas. Pero eso no sucedió y entonces los castores empezaron a recolonizar los sitios experimentales”, contó el científico.

Y señaló que cuando los animales regresan a embalses o diques abandonados, el perjuicio es peor, porque atacan árboles jóvenes con ramas más chicas y más fáciles de procesar, en lugar de estar obligados a talar bosque maduro, que les lleva más tiempo.

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