La invasión rusa de Ucrania es un recordatorio de lo poco que les importa a las autocracias causar muerte y destrucción. La guerra es una grave violación de los derechos humanos y del principio de arreglo pacífico de controversias internacionales estipulado en la Carta de las Naciones Unidas.
Las consecuencias humanitarias y económicas de la guerra han demostrado que, en un mundo globalizado, las crisis no pueden contenerse dentro de las fronteras nacionales. Por ello, se debe disuadir la producción de amenazas contra la seguridad mundial. Taiwán -una democracia con más de 23 millones de personas y a la que me enorgullece representar- continúa enfrentando enormes desafíos planteados por la República Popular China (PRC).
Aunque nunca ha gobernado a Taiwán, la PRC ha jurado tomar el control de la isla y se ha negado a renunciar al uso de la fuerza. Durante décadas, el pueblo taiwanés ha mantenido la calma para salvaguardar el statu quo de paz y estabilidad en el Estrecho de Taiwán. Sin embargo, China se ha vuelto cada vez más agresiva amenazando nuestro modo de vida democrático: envía aviones y buques de guerra que cruzan la línea media divisoria del Estrecho de Taiwán, invadiendo nuestras zonas de identificación de defensa aérea. Ahora bien, un escenario de paz y estabilidad en el Estrecho de Taiwán beneficia a todos: cada día, la mitad del transporte de contenedores comerciales del mundo atraviesa el Estrecho. Además, Taiwán fabrica la mayoría de los semiconductores a nivel mundial y desempeña un papel clave en las cadenas mundiales de suministro. Todo conflicto producido en esta zona tendría consecuencias desastrosas para la economía mundial.
En los últimos años, diversos foros bilaterales y multilaterales han insistido repetidamente en que la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán son indispensables para la seguridad mundial. La mejor forma de evitar una guerra requiere inclusión, diálogo y, sobre todo, unidad.
Las Naciones Unidas continúan siendo la mejor plataforma para el diálogo mundial, donde obran las soluciones conjuntas y la solidaridad e inclusión para abordar los problemas del sistema internacional. Taiwán está más que dispuesto y capacitado para formar parte de estos esfuerzos.
Sin embargo, Taiwán sigue siendo excluido de la ONU debido a la distorsión de China sobre la Resolución 2758 de la Asamblea General. Esta resolución no afirma que Taiwán sea parte de la RPC, ni otorga a la RPC el derecho a representar al pueblo taiwanés en la ONU y sus organismos especializados. De hecho, solo determina quién representa al estado miembro China, un hecho que la comunidad internacional y la propia PRC reconocieron después de la votación de 1971. La consiguiente tergiversación de la Resolución 2758 contradice los principios básicos defendidos por la Carta de la ONU y debe ser rectificada.
El 78.º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, que se centrará en el tema “reconstruir la confianza y reactivar la solidaridad mundial”, resulta oportuno en vista de una serie de amplios retos globales. Aunque no hay respuestas fáciles para estos desafíos, el primer paso es el diálogo. Como institución global, la ONU debe liderar y progresar. Hacemos un llamamiento a la ONU para que sostenga su principio de no dejar a nadie atrás, y permitir a Taiwán participar en el sistema de la ONU, sin excluirlo de los debates sobre asuntos que requieren la cooperación mundial. Un buen primer paso será permitir que los individuos y periodistas taiwaneses asistan y den cobertura sobre las reuniones, así como asegurar la participación significativa de Taiwán en las reuniones y los mecanismos relativos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La valentía y resiliencia de Ucrania ha inspirado a países de todo el mundo; y la guerra ha forjado un nuevo sentido de unión en el mundo: la unidad es crucial para contrarrestar la agresión de Rusia y para preservar valores universales, como los derechos humanos y la paz mundial.
Es vital concienciar a China y a otros gobiernos autoritarios que se les responsabilizará por sus actos e instarlos a resolver las diferencias por medios pacíficos. Una participación significativa de Taiwán en el sistema de la ONU beneficiará los esfuerzos del sistema internacional para abordar los problemas globales. Esto también demostrará la determinación de la ONU para unirse por la paz mundial en un momento crítico en el que está en riesgo el futuro del mundo.
Juntos somos más fuertes. Es el momento de actuar de acuerdo con este principio fundamental e incluir a Taiwán.