Cultura y Espectáculos

“Guillermo Roux es un feminista de la primera hora”

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El libro “Guillermo Roux en sus propias palabras”, de la periodista María Paula Zacharías, reconstruye de manera luminosa la trayectoria de uno de los grandes artistas plásticos argentinos.

“Guillermo Roux es un feminista de la primera hora”

[vc_row][vc_column][vc_column_text]El libro “Guillermo Roux en sus propias palabras”, de la periodista María Paula Zacharías, reconstruye de manera luminosa la trayectoria de uno de los grandes artistas plásticos argentinos, a partir de un diálogo intenso que el pintor y su biógrafa bosquejaron durante cuatro años en un ritual semanal que permitió hilvanar recuerdos, viajes y pasiones.[/vc_column_text][vc_media_grid element_width=”6″ grid_id=”vc_gid:1526395772865-aade9581-ed81-2″ include=”174652,174651″][vc_column_text]Con poquísimas intervenciones personales, la autora entreteje en el libro (publicado por el sello Ariel) una suerte de larga entrevista que se va desplegando en capítulos, mediada por preguntas que funcionan de disparador, y cuyas respuestas se balancean con naturalidad entre el presente y pasado, entre el arte y la vida del artista nacido en Buenos Aires en 1929.

Roux tuvo sus inicios como dibujante en la editorial de Daniel Quinterno, en los años 40. Trabajó varios años en Italia restaurando frescos y mosaicos. Vivió en Jujuy y en Nueva York. Se proclamó “artista de tiempo completo” tras el encuentro con Franca Beer, su mujer y marchand desde hace 50 años. En 1982 participó en la Bienal de Venecia y expuso su obra en los mejores museos y galerías del mundo.

El libro (lanzado en coincidencia con una exposición de Roux en el Museo Nacional de Bellas Artes y en la Casa de la Cultura de la Villa 21-24 de Barracas), incluye también la batalla cotidiana que entabla con los achaques de la vejez, su propia escuela-taller (que debió cerrar su puertas en 2017), y las etapas de su niñez y juventud, tal vez las menos conocidas de su vida.

“La obra ahonda especialmente en su niñez y adolescencia porque vi que era ahí donde estaba toda su pintura. La gran cantera donde excava cada vez que alza el lápiz son las impresiones y vivencias más remotas”, dice la autora del libro, en una entrevista con Télam.

– El libro surge de cuatro años de trabajo donde aparecieron historias maravillosas que debía ordenar, ampliar, resumir, dar un orden. ¿Cómo fue esa tarea?
– Las horas de conversaciones necesitaron un orden general, ir atando cabos, resumir cuando era necesario o volver a insistir con un tema cuando no habíamos llegado a fondo. Un trabajo artesanal en el que me interesaba mucho encontrar los nexos entre el pasado y la pintura de ese entonces, y a la vez, el hilo que unía a los recuerdos con el presente una vez que los sacábamos a flote. En síntesis, cuando recordábamos hechos del pasado, no eran los que un biógrafo anotaría en su orden estricto de hechos documentables, sino los episodios, sensaciones, sentimientos, emociones que por algún motivo se convirtieron en piezas fundamentales de la obra del pintor, como parte de su paleta. Roux no pinta con colores tanto como con emociones. Por eso digo que no es una biografía, sino las memorias de un pintor: lo que se rescata del pasado es lo que aún está hoy en la punta de su pincel.

En un fragmento del libro Roux cuenta que cuando trabaja en la editorial de Quinterno y el dibujante Eduardo Ferro le dice “pibe, vos sos pintor” se trató de un momento epifánico. ¿Qué otros momentos así hubo en la trayectoria de Roux?
– Hay un momento anterior, cuando era chico, y sintió una mano que lo alentó siempre a seguir su propia huella, desde que era chico y su mamá lo ponía a “correr la gotita de la acuarela”. Fue crucial su estadía en Roma, años de práctica y de estudio muy intensos. La estadía en Jujuy y en Nueva York no pasaron inadvertidas. Pero epifánico en sí, tanto como el de Ferro y esa primera manchita no creo que haya habido. Quizá también lo fue el encuentro providencial con su mujer Franca Beer, que lo impulsó a trabajar sin preocuparse del mundo y sus minucias, y que llevó su trabajo a las capitales del mundo.

¿Cuáles recordás como los momentos más sorpresivos y emotivos de esas charlas?
– Sin dudas encontrarlo en el fondo de la pileta de su casa pintando una diosa en silla de ruedas… fue algo emotivo, sorpresivo y divertido a la vez. Una aventura genial de la que tuve la suerte de ser testigo. Fue maravilloso también ser testigo y cronista del encuentro de Roux y Carlos Alonso, y poder escuchar sus conversaciones y transcribirlas.

Roux refiere en más de una oportunidad la sensación de estar a contramano de las corrientes estética del momento, por ejemplo de lo que ocurría en el Di Tella.
– Su obra es tan personal, tan vinculada a sus recuerdos y necesidades propias, tan ensimismada, que no hay corriente que lo contenga. Es un hombre que ha pintado siempre mirando su caballete, nunca para el costado. Por eso, porque es una pulsión propia, no puede inscribirse en movimientos que agruparon artistas en diferentes períodos. Él siempre trabajó solo, esclavo de sus propias necesidades de expresión. Su hija, que es una gran artista y docente, muy sólida en su reflexión teórica, ha sido muy clara acerca de la obra de su padre: habla de una obra en equilibrio. “Una melange envuelta en una aspiración a mantener la unidad que no es enteramente posible. No se mantiene ni se acaba por quebrar”, dice.

Roux siempre vuelve al tema femenino en su obra, se refiere a la belleza de la boca de Nefertiti, los ojos de Cleopatra y en una parte asegura ver el mundo a través de los ojos de una mujer. ¿Qué importancia da Roux al tema de la mujer en su obra?
– Toda la importancia: es un feminista de la primera hora. Es su tema desde siempre, de todas las épocas de su obra, y también el gran tema de su propia vida. En el libro, las historias de sus mujeres son un eje fundamental. De su madre, a sus modelos, pasando por sus amantes y esposas.

Roux se refiere también de manera permanente al peronismo, y asegura que “en el peronismo hay un sentimiento que no es traducible”.
– Aunque se define a sí mismo como sin corriente política que lo represente, yo creo que siente una gran simpatía por el peronismo, por esas impresiones de chico de Flores con un padre que lo llevó al 17 de octubre o esa madre que era tan ferviente seguidora de Evita. Creo que lo suyo es el primer peronismo y esa cercanía con “el pueblo”.

Dice Roux en el epílogo que hacía tiempo que quería escribir un texto como una manera de liberarse de vivencias. ¿Cómo interpreta estas palabras?
– El ejercicio de contar es liberador. Y justo cuando lo conocí estaba en un punto de inflexión en el que buscaba liberarse del pasado para reencontrarse con una faceta de sí más cercana al chico que pintaba por el placer de pintar. La convalecencia que atravesaba hizo imperioso este recordar para soltar y empezar de nuevo. Al contar, al recordar, todo se reconfigura.[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][vc_column_text]

Télam / vm.

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