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Las lecciones de Milo Lockett para vivir del arte

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“Soy un artista que está preparado a morirse de hambre, es la única forma de salir para adelante cuando estás en el fondo”, sostuvo Lockett.

Las lecciones de Milo Lockett para vivir del arte

[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”115560″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]“Soy un artista, soy un pintor, amo lo que hago y llegué sin querer al arte”, se define sin respirar Milo Lockett, un referente del arte contemporáneo, entre los más populares de la Argentina. Pero el rótulo de emprendedor también le cae bien. Sus diseños son lienzos o figuras recortadas pero también es creador de libros, sillones, mesas, bares (tiene uno en Córdoba, uno en Chaco y otro en Buenos Aires) y hasta bombachas. Dibujos de líneas simples e imágenes primarias, como una nena volando, un elefante, un chico en patineta, corazones y fondos decorados con letra cursiva son su marca registrada.

“Los artistas muchas veces necesitan tener una obra más compleja para sentirse más artistas, pero tiene que ser más simple”, dijo Lockett a LA NACION. Él, en cambio, dice que se siente más artista cuando logra que alguien se interese por el arte. “A mi hay algunos maestros que me conmueven tanto que me dan ganas de ponerme a pintar”, reconoce.

Durante el transcurso de la entrevista no frena su trabajo sobre un lienzo en ningún momento. Primero, con un marcador negro, ilustra varias figuras y después pinta cada forma de color. Un asistente, que colorea en silencio y se entiende con miradas, termina de emprolijar los bordes de las figuras que Milo ya pintó.

Arrancar desde el fondo es posible

Otra víctima de la crisis de 2001, Lockett tuvo que cerrar su fábrica textil donde producía remeras que vendía a través de tres locales. “Ahí me encuentro con el arte como una alternativa al dolor de terminar mi carrera, mi profesión. Si bien elijo pintar no sabía que me iba a dedicar a esto ni que iba a tener la posibilidad de vivir del arte”, cuenta. Llegó a Buenos Aires para buscarse un lugar con la ayuda de un golpe de suerte: “Iba mucho a la casa de Felipe Noé, a buscar otros artistas amigos, que estudiaban ahí y conocí a Laura Spivak una de las curadoras del Centro Cultural Borges. Se le había caído una muestra que se estrenaba pronto y me propuso participar a mí porque tenía mucha obra hecha”, recuerda el artista.[/vc_column_text][vc_single_image image=”115561″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Popularizar el arte no resta

Simple y claro, Lockett explica: “El arte no está de moda: se volvió accesible”. Según él, en los grandes mercados entendieron que para que la escena y el mercado del arte perduren tiene que ser accesible en precio. Sin embargo, reconoce que en el país es difícil: “En Argentina se piensa de una manera elitista y para pocos, es duro vivir de esto porque se achica el círculo”, dice. Esta visión despierta cierta polémica entre sus colegas que lo consideran demasiado atento a lo comercial Una obra del artista puede costar desde $1800 hasta $70.000.

Abrirse al público y al mundo

El día anterior a la entrevista, el artista pintó junto a 700 chicos en una plaza en el Chaco. “En mi carrera me ayudó haber tomado la decisión de hacer un arte más popular, ser más conocido, salir a buscarlo y no esperar el resultado con la actitud de ‘yo soy artista y hago esto’, explica. 24 horas más tarde en su estudio abierto al público en Palermo y la semana próxima en Maschwitz y San Luis, su agenda no tiene descanso. “Me hice accesible con el lenguaje, con mi obra, en lo económico y también con mi persona”, aclara el artista. Asegura que, en los colegios, los chicos se alegran de saber que Milo Lockett está vivo, entre todos los pintores que ya han muerto.

Unos minutos después, una madre con un nene interrumpen la entrevista: “¿Te puede saludar mi hijo que hizo una actividad en el colegio y fuiste a pintar con él?”, pregunta. El nene se esconde ruborizado y Milo lo saluda de lejos y lo libera del compromiso: “Pobre, mucha presión”. Remató con una idea clara: “Esto sucede por el reconocimiento que vos como artista le das al otro. Por el vínculo que creás siendo una persona abierta”.[/vc_column_text][vc_single_image image=”115559″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Entender que el valor lo decide el cliente

“Sea regalado o comprado, quien le da valor es la persona que adquiere el cuadro y lo completa. Es algo que no todos los artistas terminan de entender, si a nadie le gusta, puede tener un valor personal para el que lo pintó. Pero yo prefiero saber que a alguien le gustó, se lo llevó y lo colgó en su casa. Esa persona ahora convive con la obra, quizá lo acompaña 10 o 15 años y así es como cobra valor”, afirma.

Arriesgarse a fracasar es necesario

“Soy un artista que está preparado a morirse de hambre, es la única forma de salir para adelante cuando estás en el fondo”, sostuvo Lockett. En el 2004, luego de la muestra en el Centro Cultural Borges pasó a ser parte de la reconocidísima galería de Teresa Anchorena hasta 2009, donde decidió abrir una propia.

“Armar mi mundo yo solo fue un paso fundamental en mi carrera. Para otros fue como soberbio, o ‘se corta solo’, y para algunos fue ideal. A mi me dio la espalda para aguantar todo lo que podía llegar a convertirme”, reflexiona. Explica que para eso fue necesario dejar de pensar que había una fórmula para ser un artista y no tener miedo de que le salga mal. “Para fallar hay que ser muy valiente”, comenta el artista.

No olvidarse de los orígenes

“El Chaco me dio el hambre. Hay que salir de ahí… es un lugar inhóspito, impenetrable, arisco y duro. Aprendí a sobrevivir”. Habla de pobreza, pero no menciona la palabra sino su efecto varias veces: hambre. “Como estoy en una mejor posición me toca ayudar. No porque me sobra; porque sé que es muy difícil empezar”, afirma. Hoy colabora con Unicef, los Boy Scouts, organizaciones de beneficencia, hospitales de enfermos terminales y más. Les ofrece su obra para que se subasta. “Para mí es muy fuerte cuando pinto algo que después se convierte en una cocina para un comedor o una heladera para un asilo. Transformé algo. El arte cumplió una función. Me supera ampliamente y es mil veces mejor que estar colgado en un museo o en la mejor muestra”. asegura Lockett.[/vc_column_text][vc_column_text]Mini-bio

Biografía

Nació en 1967 en Chaco. Hasta 2001 era industrial textil, tenía una fábrica de remeras y tres locales.

Crisis y renacimiento

En 2001 cerró su negocio en medio del colapso económico. Empezó a pintar sin expectativa de hacerlo profesionalmente.

Desembarco en Buenos Aires

Con mucho de suerte en 2004 expuso en el Centro Cultural Borges y comenzó a vender sus obras en la galería de Teresa Anchorena

Espacio propio

En 2009 abre su galería en Palermo y no para de crecer. Interviene objetos, ropa, tiene bares “Milo Lockett”, libros y hasta bombachas con sus diseños

Expande su nombre

Se mueve para darse a conocer y mostrarse accesible.[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][vc_column_text]Fuente: La Nación / vm.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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