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La Navidad y la Saturnalia

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Por Ada Urbano. Apóstol fundadora del Ministerio “A los Pies del Maestro”.

La Navidad y la Saturnalia

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Por Ada Urbano. Apóstol fundadora del Ministerio “A los Pies del Maestro”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”217459″ img_size=”full” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Es realmente bueno el mensaje de paz, amor y reconciliación que hay en estas fechas de fin de año. Lo comparto por completo. Es bueno que bendigamos a nuestro entorno más cercano, que los abracemos y compartamos sus felicidades y sus problemas, por más pequeños que nos parezcan.

Pero también es bueno recordar que la Navidad es una fiesta sincrética que emana de la Saturnalia, una de las celebraciones paganas más emblemáticas de la Roma antigua, donde los excesos estaban a la orden del día. Es probable que haya sido la fiesta más impresionante de todas las muchas que hubo entre los romanos pre-cristianos.

La Saturnalia, como su nombre deja entrever, rendía honor al dios agrario Saturno. Se iniciaba en el solsticio de invierno boreal; es decir, entre el 20 y 23 de diciembre, aunque según sea la fuente que se tome, también podríamos decir que su primer día de celebración se daba el 24 de diciembre.

Los investigadores dicen, además, que fue el emperador Augusto quien extendió a tres días los festivales, ya que, originalmente, duraba sólo hasta el 25 de diciembre, día del Sol Invictus para los romanos. Asimismo, unos pocos años más tarde, otro emperador (Calígula) añadió un día más de fiesta.

Antecedente del Carnaval

Las saturnalias fueron, sin lugar a dudas, el antecedente más cercano y concreto que tenemos del actual Carnaval. Representaban el placer y la alegría del mundo, con todos sus excesos. Por esos días se cerraban las escuelas y los tribunales, cesaban los enfrentamientos bélicos y se cocinaba muchísima comida para compartir y embriagarse entre familiares y amigos.

Durante esos dos, cuatro, siete días, los rangos sociales se caían, para dar lugar a un desenfreno que incluía exhibicionismo en las calles de la ciudad y desbordamiento de todo tipo. Y a eso debemos añadir la costumbre de enviar regalos a seres queridos, práctica ya muy extendida entonces.

Como casi todo en Roma, la Saturnalia era una tradición importada de otras comarcas bárbaras. Con el correr de los siglos, fue mudando lentamente sus formas, pero muchos historiadores coinciden en que su origen más primigenio se halla en Babilonia, en las celebraciones honoríficas al rey Nimrod, a quien se menciona en la Biblia como “el primer poderoso en la tierra” y “vigoroso cazador delante de Jehová”.

La Navidad y Nimrod

Este hombre fue el fundador de reinos de gran importancia para la cultura sumeria-caldea como Babel o Nínive, en los actuales territorios de Iraq e Irán, respectivamente.

Una vez muerto Nimrod, su esposa Semíramis hizo de él una deidad y su nombre se extendió por toda la región. Fue conocido entonces como Baal, que significa Señor o Amo, y más tarde, en Grecia, recibió el nombre de Xρόνος (Cronos), dios que los romanos llamaron Saturno.

En honor a la verdad histórica, marcada muchas veces por la leyenda y el mito, hay que afirmar que la primera fiesta de la natividad se celebraba en culto pagano al por entonces ya fallecido rey Nimrod, quien, de acuerdo con el relato de su esposa viuda, había reencarnado en su hijo Tammuz. Y, como Nimrod había nacido nuevamente, había que festejar su natalicio.

De hecho, desde esos tiempos remotos (se estima más de 2.100 antes de Cristo), se adornan los pinos (en realidad, podía ser cualquier árbol perenne) y se ofrendan regalos a los pies del árbol, como congratulación por el (re)nacimiento del niño. Con posterioridad, se fue instituyendo la Navidad de Jesús el día 25 de diciembre, entre los siglos III y IV d. C.

La Biblia

La Navidad sirve -a veces- para cumplir lo que dice en la Biblia: que Jesús vino a reconciliar todas las cosas. Es un tiempo en el cual muchas personas que estuvieron alejadas por algún motivo –como amigos, parientes, parejas- pueden volver a hablarse, compartir alguna reunión, incluso perdonarse de todo corazón. Eso ocurre en las navidades, efectivamente.

Pero también debemos decir que eso mismo ocurre en cualquier otra época del año. Y es que Cristo no trabaja en la vida de la gente sólo en fechas especiales del calendario gregoriano. Él es eterno, y eterna es su pasión por la humanidad. Por lo tanto, opera en todo tiempo y lugar que nosotros permitamos que opere.

La Navidad, las más de las veces, reproduce un modelo de familia y de celebración litúrgica que provoca en nosotros gastos innecesarios, estrés/depresión/angustia, celos/envidia, lujuria, avaricia y tantas otras pasiones.

Este es un momento de la historia que urge leer la Biblia y ver cuáles son los principios de Dios para con los hombres y las mujeres. Y en esa lectura juiciosa, sin sentimentalismos, seguramente concluiremos que, para Dios es más importante la muerte y resurrección de Jesús, que su propio nacimiento. En la muerte del nazareno obtenemos el perdón de nuestros pecados, y sólo con ese acto de sublime inmolación es que podemos nuevamente decir sin titubeos a Dios: ¡Abba Padre, papito querido!

En estas fiestas, sería prudente recordar que Jesús nos reconcilia con el cielo por medio de la cruz, y no del pesebre.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_facebook type=”button_count”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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