Opinión

Nuestra agonía de Getsemaní

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Por Walter Anestiades

Nuestra agonía de Getsemaní

[vc_row][vc_column][vc_single_image image=”235667″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Cuando Jesús terminó de celebrar la que sería su última cena, él y sus discípulos fueron al Monte de los Olivos y entraron al huerto de Getsemaní. No sabemos por qué eligió ir ahí, pero si sabemos que allí Dios fue más hombre que nunca. Tuvo miedo. Sabía que había llegado su hora.

“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”, relata el Evangelio de Lucas 22:44. Algunos hombres de fe siempre han pretendido eludir hasta qué punto llegó la humanidad (la hombría) de Jesús. Como si también hubieran tenido de él la visión de Judas (esa que se narra en la ópera rock “Jesucristo Superstar”).

Pero a mayor humanidad más mérito en el camino recorrido para conseguir eso que la religión cristiana nos enseña que fue el sentido de la crucifixión: la redención definitiva de los hombres. “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz.”, le pidió a Dios. El cáliz no fue apartado.

Hace demasiados años que los argentinos le estamos pidiendo a algún padre divino o terrenal, que aparte al cáliz. Y nadie lo aparta.

En lo económico vimos la misma película durante los últimos cuarenta años. Que no te engrupan cambiando los actores, variando la música o retocando el guión. Es la misma.

Recuerdo cuando murió Perón y la tristeza inmensa que había en mi casa. Era muy chico y no entendía bien pero cuando crecí entendí mejor. Con todo lo que se le puede criticar, el viejo general repartió la torta del modo más justo que conocimos. Nunca antes y nunca después se hizo algo parecido.

Esa forma de vivir, con pleno empleo, baja pobreza, seguridad y buena educación, y una economía que resistió los  golpes de estado, los exilios y la guerrilla, llegó hasta el “Rodrigazo” en 1975. Desde entonces todo fue decadencia. La dictadura, además de sus crímenes de lesa humanidad y la aventura de Malvinas, cambió la ecuación económica y eso de que fuera un mejor negocio especular que producir  se mantuvo incólume hasta hoy.

Alfonsín en el gobierno refutó esa idea-que tanto se usa para justificar el aval a delincuentes-de que todos los políticos se enriquecen con la política. Pero su plan Austral culminó en un fracaso que derivó en hiperinflación. Y en Menem. Que, junto a Cavallo, vendieron la ilusión-que nos encantó creer-de que el peso valía lo que el dólar.

¿Resultado? Las joyas de la abuela vendidas, un 24% de desocupados y una corruptela estructural que desplazó a la coyuntural. La Alianza fue una calamidad y tocamos fondo en el 2001, con De la Rúa, de nuevo Cavallo y Patricia Bullrich descontando el 13% de los haberes de los jubilados. En Misiones eso lo hizo el gobernador Carlos Rovira (aunque muchos se hacen los otarios con ese dato).

Duhalde pesificó y, de la noche a la mañana, devaluó tanto que los salarios no pudieran subir ni al primer piso por la escalera, al tiempo que los precios llegaron al piso veinte en ascensor. Luego el mismo Duhalde nos encajó a los Bonny and Clyde de la política vernácula: Néstor y Cristina Kirchner.

Perón repartió la torta. Néstor y Cristina se comieron la torta y repartieron las miguitas. Y hace tres años, para sacarnos de encima a Cristina, a Aníbal y a un elenco de impresentables pocas veces reunido, lo votamos a Macri.

Que con un 32% de pobreza, un 54% de inflación anual, un 9% de desempleo y unos 100 mil millones de dólares de deuda más, nos exime de calificativos en lo económico. Lo mal que habrá administrado Macri para que muchos argentinos piensen que Cristina Kirchner puede volver a ser una “opción”.

Y lo nefasta que habrá sido Cristina Kirchner que, aún con esos indicadores económicos y sociales, muchos argentinos piensen que es mejor seguir con Macri.  La vieja historia de “Guatemala o Guatepeor” en un país en el que casi todo huele a putrefacto.

En Misiones hace quince años que Rovira tiene a la mayoría agarrada de los cojones. Es el amo. Y el resto que aún no cooptó resiste como puede. ¿Patético? Si. ¿Triste? También.

En Oberá, el intendente actual les hizo pagar a los contribuyentes la monumental deuda pública que dejó el anterior, y encima protegiéndolo en vez de denunciarlo. Irracionalmente, está lleno de giles que creen que eso es algo para agradecer con el voto el 2 de junio.

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía·, dice el Rey David en el Salmo 42.

En el medio, resistiendo como se pueda, se nos va la vida.

Nuestro país puede seguir en manos de este gobierno que es un fiasco y que hasta aquí, solo supo de hacer ajustes y de contraer deuda. O puede volver a caer en manos de una secta de corruptos y mafiosos que buscan impunidad y venganza. Y los que pretender ser tercera opción, no pueden juntar ni diez dirigentes idóneos y presentables para una foto.

En Misiones el voto cautivo de quiénes manejan la “caja” tiene un piso muy alto como para albergar grandes esperanzas de cambio. Y en Oberá ya se sabe que hace mucho que la verdad susurra mientras la mentira grita.

“Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz.”[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][vc_column_text]

por Walter Anestiades

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