Opinión

Requisitos para poder indignarse

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Columna de opinión por Walter Anestiades.

Requisitos para poder indignarse

El próximo jueves 28 Rubén Oscar Schming será juzgado como el único imputado que queda por el femicidio de María Elena “Marilyn” Bárbaro, perpetrado en Oberá en el otoño de 2004. Habrán pasado entonces 5.703 días desde que la mataron y la enterraron en el sótano de su casa, aunque no en ese orden.

Continuando con la estrategia comunicacional de indignarse por las decisiones que se toman a cientos o a miles de kilómetros para tapar la falta de interés por las que se toman por acá cerquita, varios dirigentes, militantes y periodistas renovadores y kirchneristas misioneros no han dejado pasar oportunidad de expresar su repudio al “golpe de estado” contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Pretendiendo, desde el feudo que los tiene  domesticados, dar lecciones de derecho constitucional. Mamita!

Entre Oberá, segunda ciudad de la provincia argentina de Misiones, y La Paz, el centro político, financiero y cultural de Bolivia, hay más de 2.400 kilómetros de distancia. Mucho más lejos que el espacio que existe entre la casa de cualquiera de estos pusilánimes defensores de los derechos republicanos que añoran para Bolivia y por los que en su tierra nunca movieron un dedo, y la casa de “Marilyn” Bárbaro en la calle México de Oberá. Se entiende la incomodidad de renovadores y kirchneristas con el asunto. Indignarse con el asesinato ícono del feudo provincial y su cobertura política exige hablar de renovadores y kirchneristas.

El miércoles 13, cuando se conoció la fecha del juicio a Schming, el gobernador Passalacqua anduvo por Oberá inaugurando el edificio del Palacio de Justicia. Y dijo que “la justicia es clave para armonizar una sociedad”. Qué patética ironía!

Antes, el gobernador se había pronunciado sobre la situación en Bolivia. Y también lo hizo la conducción que Rovira puso al frente del Partido Justicialista de Misiones. Es importante que los dirigentes no sean indiferentes al avasallamiento de los derechos cívicos que pueden estar sufriendo los hermanos bolivianos y los de cualquier parte. Pero, buscando en los archivos expresiones de repudio a la impunidad que sufre la familia Bárbaro, especialmente la que sufrió esa mujer de ovarios bien puestos que fue “Ticha”, resultó que no encontré. Ni de Passalacqua. Ni del PJ provincial. E imaginé que quizás las cosas hubieran sido diferentes si María Elena Bárbaro hubiera nacido tal vez en Cochabamba, hubiera sido atacada no por algún nene de mamá sino por la represión de algún poder neoliberal, y si los ponemicrófonos, en vez de preguntar por el funcionamiento de las instituciones democráticas en otros países, preguntaran por las de acá.

En la Roma antigua la dignitas era un concepto que se refería al historial del prestigio acumulado por un ciudadano. Era una virtud. La buena reputación ganada a favor de los valores morales y éticos. Y cuándo alguien pretendía afectar o quitar esa virtud, el ciudadano se “indignaba”. De ahí deriva la palabra “dignidad”.

Por eso estas personas que expresan su repudio a las injusticias sucedidas en Bolivia, pero que hace años viven de hacerse los otarios con las que permanecen impunes en Misiones, deberían ser más precisos en los términos que emplean.

Pueden enojarse, encolerizarse, calentarse, fastidiarse, irritarse, o disgustarse. Pero no pueden indignarse.

Porque, como nos enseña la etimología de la palabra, para poder indignarse, primero, hay que tener dignidad.

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