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San Petersburgo: noches blancas y días interminables

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Es la ciudad que albergó en este comienzo de semana la ilusión del seleccionado argentino y su multitudinaria masa de compatriotas que lo siguieron hasta aquí soñando con la clasificación a los octavos de final de la Copa del Mundo.

San Petersburgo: noches blancas y días interminables

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Es la ciudad que albergó en este comienzo de semana la ilusión del seleccionado argentino y su multitudinaria masa de compatriotas que lo siguieron hasta aquí soñando con la clasificación a los octavos de final de la Copa del Mundo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”182910″ img_size=”full” alignment=”center” title=”Previa de hinchas de Argentina y Nigeria.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]San Petersburgo tiene en este comienzo del verano días de 21 horas y las denominadas “noches blancas” de apenas tres, lo que hace que millares de visitantes se vuelquen a los canales de esta “Venecia rusa” y admiren desde el agua su arquitectura milenaria.

Esta ciudad fundada por el zar Pedro el Grande en 1.703, fue la capital del país hasta 1.918, cuando esa responsabilidad recayó en Moscú.

Es San Petersburgo, después de la actual capital, la segunda ciudad más poblada del país con 5.000.000 de habitantes, pero lo que la hace atractiva de por sí es su historia, ya que fue la cuna del comunismo en la época soviética, cuando su nombre era Leningrado en homenaje a Lenin, el líder bolchevique que se constituyó en el principal dirigente de la revolución de octubre de 1917 y el primero de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) cinco años después.

Hoy, casi un siglo después, esta ciudad es una de las 11 sedes de la primera Copa del Mundo de fútbol organizada por Rusia, pero el mundo de la pelota se abre de la atención generalizada en la previa para que la admiración vaya hacia otro lado: el de su geografía, con los canales efluentes del río Nevá que surcan la ciudad y le valieron ese mote de la “Venecia rusa”.

El de su arquitectura maravillosa, donde se entremezclan enormes edificios cuadrados en su diseño y de baja altura, propios de la época soviética, que forman el casco urbano, y a sus orillas emergen modernos rascacielos vidriados que brillan en estos días de verano prácticamente durante las 24 horas, porque aún por la casi imperceptible noche reflejan los rayos de ese sol inclaudicable que no aleja más allá del horizonte.

Arquitectura

La Iglesia de la Sangre Derramada, o de la Resurrección, así llamada porque se erigió en el mismo lugar donde fue asesinado en 1881 el emperador Alejandro II, subyuga al visitante que se detiene frente a ella, del otro lado del angosto canal Griboedov, para observar su construcción dorada en la cúpula (hoy en reparación), con imágenes religiosas a lo alto y lo ancho de su estructura, rodeadas por ladrillos esmaltados y piedras semipreciosas que le otorgan un colorido y fastuosidad impactantes.

El Museo del Hermitage, según algunos visitantes argentinos con largos recorridos por el mundo, “superior al Louvre francés”, genera admiración por dentro a partir de sus antiguedades romanas y griegas y sus cuadros y esculturas de la Europa Occidental, y asombro por fuera con su complejo de seis edificios de color esmeralda con dinteles blancos que se levantan entre el río Nevá y la Plaza del Palacio, la más grande e importante de San Petersburgo.

Allí pervive el Palacio de Invierno, uno de esos seis edificios mencionados, que fue a mediados del Siglo XVIII el que significó el punto de arranque de la construcción de este museo por iniciativa de la emperatriz Catalina la Grande.

La Iglesia de la Sangre Derramada y el Museo del Hermitage, el más grande de los 200 que están diseminados por la ciudad, un comercio en constante expansión a partir de su importante centro financiero, hacen de San Petersburgo una de las ciudades dignas de atracción para cualquier visitante del mundo.

Y los argentinos, con el imán del fútbol, pero también con la excusa del fútbol, llegaron hasta aquí multitudinariamente como quizá no se observó para los dos compromisos anteriores ante Islandia y Croacia, en Moscú y Nizhny Novgorod, respectivamente, no solo para emocionarse con Lionel Messi y compañía, sino también para conmoverse ante el sortilegio de una ciudad maravillosa.

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