[vc_row][vc_column][vc_column_text]Siguen las protestas en el país vecino. Cientos de paraguayos salieron a las calles en contra de la enmienda para habilitar la reelección presidencial. Los manifestantes también repudiaron la violencia desatada la noche del viernes, que terminó con la muerte del joven militante Rodrigo Quintana, de 25 años, cuando se encontraba en la sede del Partido Liberal.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”98951″ img_size=”full” add_caption=”yes” alignment=”center” title=”El viernes, frente al Congreso.”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
ASUNCIÓN. La mañana del viernes 31 de marzo, durante la asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que se celebra en Asunción por primera vez, el gobierno paraguayo presentó su nueva “marca país”, una costosa imagen diseñada para “fortalecer la integración del país al mundo”. Horas después, otra imagen de Paraguay recorría el mundo: el congreso ardía en llamas, también por primera vez, mientras en los alrededores se desataba una batalla campal entre manifestantes y policías.
El origen de la protesta que derivó en una persecución policial por el centro de Asunción hasta el amanecer del sábado y que terminó con un muerto y decenas de heridos —entre ellos algunos legisladores— es la aprobación de una enmienda constitucional que permitiría la reelección del presidente Horacio Cartes en 2018. (La mañana del sábado Cartes destituyó al ministro del Interior, Tadeo Rojas, y al jefe de la Policía, Críspulo Sotelo. Además, la Fiscalía anunció que el policía sospechoso del homicidio ha sido detenido).
La tensión comenzó a media tarde del viernes, después de que 25 senadores se reunieran fuera del pleno, en una sesión paralela casi secreta, para aprobar el proyecto. La Plaza de Armas, la explanada frente al congreso, donde ya se habían congregado dos protestas en la semana contra el intento reeleccionista de Cartes, estaba repleta ese día.
Cuando se conoció la noticia de que el senado había aprobado el proyecto de enmienda, los legisladores opositores a Cartes se lanzaron a la calle y cientos de manifestantes tumbaron las vallas que defendían el perímetro del congreso, entraron corriendo y rompieron lo que encontraron a su paso. Mientras algunos lanzaban computadoras y sillas desde los balcones, otros afuera usaban palos, tuberías, señales de tránsito, piedras y fuegos artificiales para enfrentar a la policía. Minutos después, llamaradas de dos metros destruían el salón de entrada del senado paraguayo.
El Palacio Legislativo está en pleno centro de la ciudad, a doscientos metros de la zona burocrática y financiera, y a unos veinte pasos de la Chacarita, la centenaria villa de Asunción, a la vera del río Paraguay. Es un lugar que suele estar rodeado de gente paseando, vendedores ambulantes, vehículos, niños jugando y, hasta hace poco, era común ver grupos de cerdos caminando, como si estuviera en plena zona rural: las inundaciones de los últimos tres años ha llevado a muchos afectados a instalarse en precarias casetas de madera frente a la misma puerta del congreso, con las pertenencias que habían podido rescatar del agua, incluidos sus animales. Pero ese no era el ambiente que rodeaba el edificio los días previos a los incidentes del viernes.
El país ya estaba alerta ese martes 28 porque el congreso amaneció rodeado de mucha más policía de la habitual, de camiones cisterna y vallas de metal. En el interior, senadores del Partido Colorado —cuyo nombre oficial es Asociación Nacional Republicana (ANR)—, del Partido Liberal y del Frente Guasú (del expresidente Fernando Lugo), se reunían a escondidas del resto de los legisladores para modificar el reglamento de la cámara y evitar así que el presidente del congreso pudiera rechazar el proyecto de enmienda. Ese fue el detonante de la primera ola de indignación, que fue creciendo hasta que estalló el viernes.
“Vinimos a protestar por el atropello parlamentario en el congreso y la policía nos enfrentó cuando estábamos pacíficamente. Empezaron a reprimirnos. Dicen que vivimos en democracia pero esto es una dictadura disfrazada”, dijo en la noche del viernes Gonzalo Carreras, un militante de 30 años del Partido Liberal. Carreras tenía un impacto de balín en la mejilla derecha y otros siete en la espalda.
Los médicos y los enfermeros que atendían en una unidad móvil frente al congreso dijeron que, cerca de la medianoche, había más de 30 heridos por balines en los ojos, cortes y contusiones. Y la policía ha informado a la prensa de la detención de 217 personas.
Poco antes de que terminara el viernes, Cartes emitió un comunicado en el que condenó la violencia contra el congreso y acusó a los manifestantes y a los medios de comunicación de “no escatimar esfuerzos para lograr el objetivo de destruir la democracia y la estabilidad política y económica del país”.
Casi al mismo tiempo que el mandatario subía el comunicado en su cuenta de Twitter, la policía antidisturbios ingresaba en la sede del opositor Partido Liberal, a menos de un kilómetro del congreso, donde se habían refugiado tres diputados y decenas de militantes liberales, y abría fuego contra el joven Rodrigo Quintana, quien murió en el hospital. Todos los partidos han pedido el sábado el esclarecimiento de su muerte.
En la sede del Partido Liberal, compañeros y familiares del joven fallecido velaron el sábado sus restos antes de que fueran trasladados a su pueblo natal. En el suelo del pasillo, encima de las manchas de sangre seca de la noche anterior, dos pequeños racimos de flores blancas, con dos velas azules (el color del partido), fueron colocadas alrededor de una foto de Rodrigo.
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SIGUEN LAS PROTESTAS
Cientos de paraguayos protestaron ayer de forma pacífica en la Plaza de Armas, junto al Congreso paraguayo, en contra de la enmienda para habilitar la reelección presidencial, aprobada el pasado viernes y que fue el desencadenante de disturbios que terminaron en el incendio del Congreso y la muerte de un joven.
Vestido con ropa blanca, y portando banderas paraguayas, cerca de un millar de personas se congregó junto al Congreso paraguayo y recolectó firmas para pedir al Gobierno del presidente Horacio Cartes que dé marcha atrás en el proyecto de reelección.
Los manifestantes también repudiaron la violencia desatada la noche del viernes, que terminó con la muerte del joven militante Rodrigo Quintana, de 25 años, cuando se encontraba en la sede del Partido Liberal, el principal de la oposición, y fue abatido presuntamente por la Policía.
En memoria de Quintana, los manifestantes encendieron velas y guardaron un minuto de silencio como homenaje.
Algunos de los manifestantes más jóvenes también se acercaron al cordón policial que rodea al edificio del Congreso, donde se observan los vidrios rotos y otros vestigios del incendio del pasado viernes, y ofrecieron flores a los agentes, en señal de reconciliación y no violencia.
Tensa calma. El clima de la protesta fue mucho más pacífico que el del pasado viernes, cuando la manifestación derivó en el incendio de parte de las instalaciones del Congreso, y la acción policial dejó decenas de heridos y más de 200 personas detenidas.
Ante estos disturbios, el presidente Cartes convocó a una mesa de diálogo para el próximo miércoles, a la que invitó a los principales partidos opositores y a representantes de la Iglesia Católica.
Los opositores del Partido Liberal anunciaron que no acudirán a dialogar hasta que no se retire el proyecto de enmienda y se investigue la muerte de Quintana.
Además, el Partido Liberal, junto a otros dos grupos opositores, pidió a la Organización de Estados Americanos (OEA) que aplique su cláusula democrática a Paraguay, tras la violencia de los últimos días. (NEW YORK TIMES EN ESPAÑOL y agencia EFE)
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