Posadas

#8M: El tiempo del silencio se terminó

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Por Paola Dimas

#8M: El tiempo del silencio se terminó

“Desde los 5 años tengo recuerdos…”; “La justicia, yo no sé nada”, son solamente dos frases que representan parte de un discurso que seguramente se repite. Los abusos a temprana edad, no saber cómo expresarlos y la justicia, el estado y en él las instituciones que fallan en todas sus dimensiones. Esas palabras le pertenecen a Noelia L. quien en 2018 denunció abusos sexuales en su infancia por parte de su progenitor, lo contó a los 15 y nadie le creyó, lo denunció y la trataron de loca, ¿te suena familiar?

Hoy se anima a levantar la voz y lleva adelante una lucha que es la de muchas ¿por qué hoy se anima?, ¿Por qué hoy nos animamos?

Hoy 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, mediante este relato, sostenemos que el sistema nos da la espalda, la justicia nos llena de discursos difíciles de entender – no todas las personas tienen las mismas competencias lingüísticas-  y en él vemos un grupo (cada vez más grande) que se anima a desnaturalizar las violencias.

Llegar al barrio no fue fácil, pero ella nos recibe entre lágrimas y emoción (por fin alguien la escucha). Practicar la escucha pareciera ser algo fuera de lo habitual en una sociedad que nos imprime lo efímero en cada situación de vinculación con el otro. Noelia, me dice que tiene 6 hijos y entre ellos una niña con discapacidad, que su lucha es para que nunca les pase a sus hijos. El nerviosismo le juega una mala pasa ¿a quién no le pasó? Es difícil ordenar las ideas mientras la cámara te enfoca y sentís la presión de miles de ojos que te verán más tarde.

A su corta edad y con 6 niños a cargo, pone en palabras como puede lo que le pasó cuando era sólo una niña pequeña, una menor a quien se le vulneraron todos sus derechos. Está con tratamiento psicológico y psiquiátrico, tiene pánico a la gente, trata de cortar esa cadena de violencia de la que fue víctima siendo menor para que sus hijos puedan tener infancias felices (dentro de lo que se pueda). Su relato nos moviliza, nos saca unas lágrimas que intentan contenerse, pero no pueden. Le recomendamos no mostrar el rostro para preservar su identidad (no queremos, ni debemos revictimizarla). Nos dice que quiere salir, que quiere que la causa avance y es según su perspectiva, la única manera de hacerlo.

¿Qué porcentajes de denuncias llegan a sentencias?

En nuestro país, según Amnistía Internacional, sólo el 15,5% de denuncias por delitos contra la integridad sexual llega a sentencias condenatorias y en el caso de los menores es aún peor, sólo el 2% de las denuncias por abuso sexual infantil llegan a una sentencia para el agresor. Según datos publicados en 2021, del Ministerio Público Tutelar, las estadísticas indican que los 80% de los casos de maltrato y abuso hacia niñas, niños y adolescentes (NNyA) se llevan a cabo en contextos intrafamiliares o ámbitos de cercanía.

Cuando hablamos de abusos sexuales, hablamos de prácticas sexuales –que pueden ir desde tocamientos, exposición de los órganos sexuales, masturbación frente a un niño, niña o adolescente hasta violaciones– impuestas por un adulto independientemente de la forma que se ejerza la coerción –violencia física, amenazas, abuso de confianza, etc. Igualmente, coinciden en destacar tres factores útiles para diferenciar las prácticas sexuales abusivas: la asimetría de poder, la asimetría de conocimiento y/o la asimetría de gratificación (definiciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas FPNU)

El relato que estremece

No sabe cómo contar lo que le pasó, se acuerda de tocamientos cuando era chica, no hay vestigios en su cuerpo, pero tiene la psiquis destruida por años de sometimiento y descreimiento. Noelia sostiene que no tiene mamá, que no le creyó, que fue su madrastra quien la acompañó a hacer la denuncia porque le había pasado lo mismo a su hija. Dice que no quiere molestar en el juzgado todos los días y que además no tiene con quien dejar a sus hijos (ella es quien lleva adelante las tareas de cuidado y crianza). Se le quiebra la voz en todo momento, ¿cómo no quebrarse? El relato es doloroso, oscuro, nos lleva a lugares donde no queremos estar, pero necesitamos hacerlo, es casi imposible no conmoverse.

“Él está libre…”, sostiene Noelia, con todo lo que implica la libertad de alguien a quien le pesan dos denuncias por abuso sexual.  Se fue de su casa a los 16 años acompañada, empujada por la opresión del contexto familiar -por decirlo de una manera menos explícita-. No quiere que esa persona se acerque a sus sobrinas, tiene terror a lo que les pueda pasar.

Mientras el relato se hace más crudo, escuchamos como se mezclan las ideas, sus ojos se cristalizan mientras desvía su mirada hacia los menores que están en la pieza siguiente. Tiene una mirada que transmite ternura, su cabello está sujeto por una hebilla como una niña pequeña, esboza una sonrisa cuando le decimos que nos disculpe por la tardanza que se nos complicó la mañana.

“Quiero que él pague por lo que me hizo, porque yo estoy sufriendo, yo estoy con terapia…”, sigue su alocución, firme de saber que luego de esto nada volverá a ser igual, no quiere que la señalen como “abusada” quiere que la justicia actúe. La justicia, el estado, la escuela, el sistema de salud, la familia, todas estas instituciones le fallaron y fallan cuando leemos estos relatos, de personas que recorren juzgados sin saber qué buscan.

La ESI como herramienta de prevención

Este año la ESI (Ley de Educación Sexual Integral Nº26.150) cumple 17 años, con resistencias en la implementación, podemos reconocer en ella diversas herramientas que nos permiten abordar en las infancias y adolescencia, temáticas que se adaptan según el nivel educativo, pero entre ellas podemos mencionar: hábitos de cuidado del cuerpo, el reconocimiento de la intimidad propia y ajena, la expresión de los afectos y el respeto por los sentimientos y necesidades de los/las otros/as, el desarrollo de las competencias y habilidades psicosociales y el desarrollo de comportamientos de autoprotección (p.ej., no guardar un secreto que hace daño como en los casos de abuso a niños y niñas). Mencionamos esta ley porque su implementación correcta permitió y permitirá detectar correctamente situaciones en las cuales se vulneren derechos.

Una encuesta de Fundación Huésped a 15 años de la ley 26.150 (en 2021), da cuenta que el 80% de las y los estudiantes y egresados de Argentina considera que la ESI no se aplica de forma adecuada en las escuelas. La escuela es la segunda institución, luego de la casa, en la cual los menores pasan más tiempo de su vida, los menores son sujetos de derechos, es decir gozan de los derechos que les corresponden a todas las personas, pero, además, tienen derechos específicos y especiales derivados de su condición, y que se traducen en deberes específicos para la familia, la sociedad y el Estado.

El estado llega tarde, no escucha los relatos, o no pone a disposición del menor y las mujeres, las herramientas para prevenir, detectar o erradicar las formas de violencias. Es la sociedad la que en su conjunto perpetúa formas de violencia que se sostienen en el tiempo. Es el sistema de salud el que no asiste, identifica y denuncia, es la escuela la que poco se involucra, son muchos agentes los responsables de velar por infancias seguras.

Animarse a alzar la voz

Hoy hablamos de Noelia porque nos moviliza, porque su historia es la de muchas, una mujer que luego de años se animó. ¿Por qué?, ¿cuánto más tiene que esperar? Las respuestas van a ser distintas, cuando analizamos el porqué, ese cuestionamiento que tanto se hace a las víctimas. ¿Por qué ahora?, ¿por qué dejaste que te pase?, ¿no dijiste nada?, ¿no hiciste nada?, ¿no pasó mucho tiempo?

¿Por qué se anima? Noelia L. quiere que su progenitor pague, tiene un bozal legal para no mencionarlo – como si no fuese suficiente haber padecido años de violencia sistematizada – la incógnita cuya respuesta está en la memoria de los movimientos como “Ni una Menos”, “Me too”, entre otros. “Gracias a que alguien habló, yo hoy puedo hablar”, aseguraba Thelma Fardín luego de hacer pública su denuncia contra Juan Darthes (2018). Esa premisa habilitó miles de voces más que antes eran ignoradas. Romper el silencio. Eso hizo Noelia.

A Noelia L. la entrevistamos en febrero, bajo el calor arrasador misionero. Nos abrió las puertas de su casa y nos confío su historia. Sentimos que no podíamos quedarnos con el relato y ser indiferentes, llamamos a quienes tienen y deben asistirla ante tanta apatía y vulnerabilidad (línea 137). Se comprometieron a acompañarla, su causa está en un juzgado de Posadas, lista para elevarse a juicio, pero aún sin fecha.

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